Entrevista a Andrea Franulic sobre el rol del feminismo en estallido social

Andrea Franulic, académica feminista Usach:

"La gracia de esta revolución es que todo se mezcla, entonces el feminismo se debe repensar"

En primera línea, marchando o participando en performances. El rol de las mujeres ha sido históricamente negado. Sin embargo, durante el último tiempo, la voz de ellas ha sonado más fuerte que nunca, sobre todo desde el estallido social. Andrea Franulic, académica de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile, comenta cómo las mujeres han tomado las riendas de una nueva forma del quehacer político. Con performances como la de Lastesis, los “velos caídos” del patriarcado y cuáles son los desafíos que quedan para el feminismo y las mujeres de Chile.

¿Qué opina acerca de los dichos de la Ministra Plá cuando afirma que “Chile no es un macho violador?

No es Chile el macho violador, sino que son los hombres chilenos los machos violadores. Chile es una metonimia que despersonaliza. Pero entiendo que la ministra Plá lo hace, más bien, poniéndose del lado de los hombres cuando dice que Chile no es un macho violador, y ponerse del lado de los hombres, usando los términos de Carla Lonzi, es ser una mujer vaginal, en el sentido de que no tiene independencia simbólica de los valores y de los códigos masculinos; está siempre del lado de ellos, complaciéndolos a ellos y tomándolos como medida de todo.

Esto se presenta, generalmente, en mujeres de  derecha, mujeres que tienen poder dentro de la política, como Margarita Pisano las llamaba “las regalonas del patriarcado”. Esto pasa porque hay ahí una complicidad con los hombres y no con las mujeres. No hay una identificación primaria con las otras mujeres, entonces ser mujer no te garantiza de forma esencialista, que tengas una experiencia  libre o una apertura de algún tipo. Eso recién sucede cuando las mujeres tomamos consciencia de nuestra diferencia sexual femenina, cuando tomamos consciencia feminista. Y para esto, siguiendo las figuras de Carla Lonzi, eso es transformarse en una mujer clitórica.

¿Cómo describiría usted el impacto social que provocó la performance de Lastesis?

Justamente ayer leí un texto político muy bueno de Milagros Rivera porque hablaba del fenómeno de Lastesis, y que tiene que ver mucho con esto que venimos diciendo que, en el fin del patriarcado, porque igual hay un fin de un sistema, no solo capitalista, salen a la luz los patriarcas. Las instituciones se descreen ya, no hay valor en las instituciones de ningún tipo, pero tampoco se creen estas instituciones basales del patriarcado, como la heterosexualidad obligatoria. Las mujeres venimos desde hace un rato, y las estudiantes desde el año pasado, diciendo “el violador eres tú”, apuntando al profesor, el compañero de curso, a la complicidad de la institución universitaria, es el padre, el abuelo, es el incesto dentro de la familia y es también el Estado siendo un juez.

Lastesis hacen algo muy potente porque se aprovechan este contexto en que los velos se caen, y que con la revolución se caen más. Venimos diciendo “tú eres el violador, tú eres el prostituyente, tú eres el incestuoso”, y Lastesis, a través del baile y el canto, lo dicen y el impacto es tal porque, como leí ayer en este texto, se cayó el tabú de decirlo. Lo que estaba en tabú es que no estábamos diciéndolo.  Han habido muchas expresiones de apuntar y decir “el violador eres tú”, por lo que el acto de las tesis se conforma en un momento muy propicio para la política de las mujeres. Su impacto simbólico es muy potente porque le llega a las mujeres seamos o no políticas, seamos o no feministas porque es una experiencia femenina histórica, sistemática.

¿Cómo ves el movimiento feminista luego del “estallido social"?

La gracia de esta revolución es que todo se mezcla, entonces el feminismo se debe repensar en este nuevo contexto; esto de abrirnos a otras mujeres, no necesariamente a espacios feministas y con mujeres feministas. Había una necesidad de que esto se expandiera, que era un momento de fin de patriarcado. Ahora, con la revolución, esto queda más claro porque el feminismo y las feministas tenemos que pensar la política con este contexto que no se puede evadir, no hay vuelta atrás. Esto de caer los muros que trae la revolución es para que la sociedad se resquebraje. Yo creo que para el feminismo es fundamental este momento, muy prometedor, yo lo veo con mucha esperanza. También estamos  viendo, al mismo tiempo, lo que hacen siempre los resabios del patriarcado, lo que hacen los patriarcas en contextos así, a vista y paciencia. Pero esos velos ya los hemos sacado hace rato, ahora se ven para todo el mundo, pero aquí hay otros velos más sutiles que se han caído.

Hay una necesidad de hacer política de otra manera, una necesidad de no negociar nunca más con el poder, y ahora es algo generalizado, no solo las feministas. Para el feminismo, o para el mío que es más radical, este es un momento demasiado bueno y crucial para que lo podamos aprovechar con lucidez. Hay que repensar nuestra política, como estamos actuando y como interactuamos con este contexto, y la apertura es parte de.

¿Cuál es el rol que ha cumplido la mujer en este conflicto?

Todo se une, porque si revisamos las distintas huellas de mujeres en la historia, siempre estamos buscando la libertad. Ahí hemos descubierto expresiones milenarias. Esta libertad consiste en la libertad de las relaciones entre mujeres, o sea una libertad relacional, y además de tener espacios que están libres de poder, que no comulgan con las estructuras de poder del patriarcado. Mujeres que se salen del contrato sexual, de la heterosexualidad obligatoria, que no se casan y evaden el matrimonio, mujeres que se organizan sin la iglesia y se salen del poder eclesiástico, mujeres que tampoco comulgan con los poderes del Estado, entre otras.

Siempre las expresiones de rebeldía han sido salirse del poder y de la política con poder. En nuestra historia reciente, latinoamericana y chilena, este feminismo más autónomo no quiso participar de estas nuevas formas de poder, no creemos en esto. Si se desmorona el patriarcado, las mujeres tenemos muchos que decir y tenemos mucho que hacer al respecto. Esta política de la mujer es una política de comunidad, de territorio. También el rol femenino es fundamental porque las mujeres, en este patriarcado, hemos estado puestas bajo la vara de los hombres, cuando las mujeres tenemos un orden simbólico propio, tenemos una historia propia, tenemos genealogía materna, tenemos lengua materna. Ahora necesitamos una transformación radical de las relaciones humanas, de la política sexual, de la relación entre los sexos, de la sexualidad. El feminismo ha aportado visiones que llegan a los fundamentos y a los cimientos de toda esta cultura que vemos deshacerse. El papel de las mujeres es fundamental, y Lastesis demuestra lo fundamental que somos en este conflicto. Por lo tanto, no podemos ser la cuota en el Congreso ni la perspectiva de género en los programas. Esto es otra cosa, las mujeres aquí representamos el universo.

¿Qué análisis puede realizar respecto a la violencia sexual que sufrieron múltiples mujeres durante el estallido?

La violencia sexual es algo histórico en el patriarcado, se cimenta en el contrato sexual. Eso es una tesis de Carol Pateman, quien afirma que el contrato sexual está en los albores de las civilizaciones patriarcales, antecede el contrato social de Jean-Jacques Rousseau y a la división sexual del trabajo que explican los marxistas. Pateman dice que este contrato consiste en un pacto no pacífico entre hombres, los pactos masculinos. El matrimonio, como institución, es la prolongación del contrato sexual. En el matrimonio tampoco hay un contrato entre el hombre y las mujeres, es un contrato donde el padre entrega a su hija al marido, porque este pacto consiste en distribuirse a las mujeres y disponer del cuerpo femenino  y a sus frutos. Los hombres invaden las sociedades donde se relacionaban con semejantas.

Estas sociedades estaban conformadas por consejos femeninos y autoridad femenina, y autoridad definida etimológicamente como augere, que significa hacer crecer, y no tiene nada que ver con el autoritarismo patriarcal. Con la imposición de este contrato, las madres ponen el tabú del incesto; te distribuyes a las mujeres, pero a mis hijas e hijos no. Sin embargo, el incesto ha sido la práctica sistemática silenciada que ahora sale a la luz, porque en “el violador eres tú” sale el padre, el tío, el hermano, el abuelo, etc. Esa es la base, el control del cuerpo de las mujeres dentro de la familia donde se rompe el vínculo madre e hija porque al final las madres terminan, en muchos casos, silenciando estos incestos, y la confianza entre madre e hija se rompe; es una ruptura que hacen los patriarcas en este vínculo.

Cuando se habla del fin del patriarcado, que es una figura que descubren Las mujeres de la librería de Milán en el año 1996, y siendo muy visionarias, se habla de cómo las mujeres rompemos el contrato sexual; ya no nos casamos, descreemos en las instituciones, la pareja monogámica, el amor romántico, la heterosexualidad obligatoria, elegimos si queremos ser madres o no, etc.  Obviamente que en territorios donde se vive la precariedad es más difícil hacer esta elección tan libre, siguen habiendo violaciones, el aborto libre se practica pero no es algo a lo que todas las mujeres tengan acceso, todavía hay condiciones materiales de mucha opresión, pero hasta en esos contextos, las mujeres sacamos al marido de las casas, nos divorciamos. Ahora te cuestionas más si quieres ser madre, sobre cómo quieres vivir el amor, etc. de alguna manera, al caer el contrato sexual se precipita el fin del patriarcado, porque este contrato subyace a la civilización.

Frente a los múltiples feminicidios que ha habido en el país y la posición que ha presentado el Estado ante ellos, ¿qué cambios realizaría? ¿Dónde estaría el foco para que estos casos no sigan en aumento?

Estos feminicidios, que son mundiales, son reacciones de los patriarcas ante la libertad de las mujeres, porque tiene que ver con una libertad femenina que está saliendo a la luz, dice la Milagros Rivera, en el último tercio del siglo XX, y no para hasta lo que está pasando ahora. La reacción de los patriarcas es violar, es ser cruel, es quitarles los hijos a sus madres ¿Qué podemos hacer frente a esto? Una cosa que nosotras hacemos como práctica política es darle valor social a las mujeres, porque esta reacción de los patriarcas ante la libertad femenina tiene de apoyo lo que en general se ve en temas hegemónicos, como la publicidad, la pornografía, las redes sociales, etc. Ahí aparecen cuerpos de mujeres despedazados, fragmentados; no hay representación simbólica que retornen el valor a las mujeres, o que demuestren valor. Todo lo contrario,  hay desprecio en la lengua patriarcal que se usa, con todas las connotaciones misóginas y sexistas para referirnos a las mujeres, al cuerpo femenino, a las demás. Esa es la lengua cargada de régimen de significación patriarcal. En términos simbólicos, junto a los feminicidios, va acompañado una batería de aniquilación simbólica de nosotras y, al mismo tiempo, hay una ausencia y un vacío de representaciones simbólicas y sociales. Esas representaciones simbólicas las hacen las feministas. Algunas feministas trabajamos en ello recuperando genealogía femenina, genealogía de mujeres libres. 

Por otro lado, hay mujeres que están haciendo trabajos con la infancia, realizan cuentos infantiles donde las mujeres tengan un valor, y no se hace poniendo a superheroínas, porque eso es igualitarismo, no es compensatoria esta cuestión. Las mujeres sí somos la medida del mundo, porque damos la vida y la palabra, porque la madre no solo te da la vida; te da la lengua.

Otra elemento que aprendí es sobre la economía de la miseria femenina que circula en los medios de comunicación y también en los discursos feministas.  La miseria no es de las mujeres, es de los hombres. Los que matan son ellos y los que violan son ellos. La denuncia no puede ir acompañada de un discurso sobre la miseria femenina, donde solo estemos reparando en lo que nos han hecho y en lo que hemos sufrido. Los medios oficiales, que ya sabemos que son vendidos, siempre están en la economía de la miseria. Para el 8M, por ejemplo, se publicó mucho sobre el alto número de feminicidios, la alta tasa de desigualdad para las mujeres, etc. Una forma de parar esto es también hacer una política potente y sistemática en lo simbólico.

¿Qué desafíos tiene el feminismo chileno por delante?

El feminismo chileno tiene alas muy institucionalizadas y liberales, probablemente algunos sectores quieran negociar con el poder. Para mí, el desafío es promover prácticas fuera de la política con poder, fuera de los discursos igualitaristas, fuera de la economía de la miseria. Necesitamos más representaciones simbólicas sobre el valor de las mujeres, porque en el colegio por ejemplo hay un vacío tremendo en las clases de historia, lenguaje y otros. Hay una ausencia de mujeres y una reposición de lo androcéntrico en todos los niveles, y sobre todo en la lengua. Falta mucho por hacer, partiendo desde las bases.

Finalmente, ¿cómo cree usted que deba ser una constitución feminista?

Yo no quiero que siga la Constitución de Pinochet, pero tampoco creo que en una nueva constitución esté la respuesta. Sabiendo esto, yo no me fío del sistema masculino legislativo. Si hubiese una legislación feminista, le agregaría “y de sentido libre de ser mujeres”. El feminismo también es un “ismo”, y también hay muchos feminismos ¿Qué sería una constitución feminista? Probablemente ahí también podría primar un discurso feminista más oficial. Para mí, en este caso hipotético de una constitución feminista, tendría que ir ligada a un libre sentido de ser mujer, donde exista una diferencia sexual femenina, explícita, evidente, y para eso tendría que estar escrito en primera persona donde las mujeres habláramos del yo, desde la experiencia. El lenguaje androcéntrico ha sido negar la diferencia sexual, por eso se habla de un sujeto universal en clave masculina, de un sujeto universal neutro, se habla de la “igualdad”.

El poder siempre ha tratado de negar las diferencias, masculinas y femeninas, aunque la de ellos está ahí como sesgo en todas sus estructuras de poder. Necesitamos que se retorne a la autoridad de augere a la obra materna, que es dar la vida y la palabra, como las primeras palabras que una aprende de la madre; una relación de autoridad para relacionarse con otros, no instrumental como la política del poder actual. Si esta constitución estuviera escrita en lengua materna, te creo.

 

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Por Carmen Luz Jara